En la era del tecnocapitalismo, las grandes empresas tecnológicas ejercen un gran poder al moldear nuestro ciberespacio a través de la tecnología algorítmica.
Ciertamente, un momento histórico definido por el tecnocapitalismo, observamos cómo nuestra vida en línea está cada vez más influenciada por el poder de la tecnología algorítmica, en la cual las grandes empresas tecnológicas tienen un papel preponderante al determinar el funcionamiento del ciberespacio.
Se ha verificado que este fenómeno ha dado lugar a lo que se conoce como "capitalismo de vigilancia", un sistema que está dando forma a una política sexual concreta, en el que su objetivo principal es la monetización de la misoginia y la perpetuación de la desigualdad de género. Las estrategias mediante las cuales estas corporaciones digitales extienden sus políticas de género se manifiestan de tres maneras.
En primer lugar, a través de la permisividad y la falta de respuesta efectiva frente a la violencia digital masiva dirigida hacia las mujeres. En segundo lugar, mediante la tolerancia y la complicidad mostrada ante la misoginia digital organizada, conocida como la "manoesfera". Por último, se observa la participación en el negocio relacionado con contenidos de pornografía y prostitución.
En este contexto, surge la necesidad de abordar el concepto de "proxenetismo digital". El proxenetismo, un delito tipificado en el Código Penal español, se refiere a la obtención de beneficios a través de la promoción, facilitación o favorecimiento de la prostitución de otra persona, incluso si la persona que ejerce la prostitución lo consiente. A la luz de esta definición, es válido cuestionar si el lucro obtenido por las grandes empresas tecnológicas a través del sistema de pornografía y prostitución digital podría considerarse una forma de proxenetismo digital. Con infección de El Nacional de Venezuela.
