Los mercados de deuda europeos viven en 2025 una situación inédita: los rendimientos de los bonos españoles e italianos a diez años se sitúan por debajo de los de Francia, alterando un orden que llevaba décadas dado por sentado. Informes recientes muestran que los inversores exigen hoy una prima de riesgo mayor a París que a Madrid o Roma, algo impensable durante la crisis del euro, cuando Italia y España eran el epicentro de las tensiones de la periferia.
En septiembre, los bonos a diez años de Italia y Francia llegaron a negociarse prácticamente al mismo tipo, en torno al 3,5 %, después de que el diferencial entre ambos se comprimiera desde unos 50 puntos básicos en primavera hasta prácticamente cero. Desde entonces, distintas casas de análisis señalan episodios en los que el coste francés ha superado al italiano y se ha colocado también por encima del español, mientras las referencias de estos dos últimos países convergen cada vez más con las de la deuda “core”.
Los analistas vinculan esta reconfiguración a dos dinámicas paralelas. Por un lado, la percepción de mayor disciplina fiscal y estabilidad política relativa en Italia y España, apoyada en planes de reducción del déficit, acceso a fondos europeos y crecimiento mejor de lo previsto. Por otro, el aumento de las dudas sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas francesas, en un entorno de bloqueos parlamentarios, gobiernos de corta duración y revisiones a la baja de su calificación crediticia.
Agencias como Fitch y Moody’s han recortado en los últimos meses la nota o la perspectiva de la deuda soberana francesa, mientras advierten de que el déficit podría mantenerse por encima del 5 % del PIB varios años, con una factura anual de intereses que se encamina hacia los 100.000 millones de euros antes de que termine la década. En paralelo, los análisis de la Comisión Europea y de distintos servicios de estudios proyectan que España logrará situar su déficit por debajo del 3 % y encarrilar la reducción de su ratio de deuda pública, y que Italia recortará gradualmente su brecha presupuestaria si se mantiene la actual senda de ajustes.
El Banco Central Europeo, en su último Financial Stability Review, señala que la mejora de los fundamentales en varias economías del sur, combinada con el respaldo implícito de los mecanismos de protección europeos, ha contribuido a comprimir las primas de riesgo de esos países. Al mismo tiempo, apunta a que los diferenciales se han ampliado en aquellos Estados con mayores desafíos fiscales y episodios de inestabilidad política, un grupo en el que Francia destaca de forma creciente.
Este giro ha llevado a algunos gestores a cuestionar la validez práctica de las etiquetas de “core” y “periferia” en la eurozona, al menos tal y como se definieron tras la crisis de 2010‑2012. Para los inversores, lo determinante ahora no es tanto la geografía como la combinación de credibilidad fiscal, estabilidad política y capacidad de crecimiento a medio plazo, factores que explican por qué Italia y España pueden, por primera vez en décadas, endeudarse en mejores condiciones que Francia.