El Kremlin lanzó advertencias severas tras trascender que la administración de EE. UU. consideraría entregar misiles de crucero Tomahawk de largo alcance a Ucrania. Moscú califica esa posibilidad como un “momento muy dramático” en la escalada del conflicto, amenazando con represalias contundentes si esos sistemas llegaran a usarse contra territorio ruso.
Declaraciones del Kremlin y contexto operativo
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, expresó preocupación extrema ante la hipótesis de que EE. UU. proveyera misiles Tomahawk a Ucrania, advirtiendo que esas armas podrían alcanzar zonas profundas de Rusia, incluida Moscú, lo cual elevaría el conflicto a una fase inédita.
Peskov señaló que algunos modelos de Tomahawk han sido diseñados para portar cabezas nucleares, y cuestionó cómo Rusia podría reaccionar ante un misil cuyo perfil podría ser interpretado como amenaza nuclear. El presidente Vladimir Putin advirtió que cualquier envío de Tomahawks implicaría una participación militar directa de EE. UU. y representaría una “escalada cualitativa nueva”. Fuentes estadounidenses informan que Trump estaría evaluando la medida y buscando claridad sobre el uso previsto antes de comprometerse.
Estrategia rusa: presión sobre infraestructura energética
En paralelo con las advertencias diplomáticas, Rusia ha intensificado ataques contra la infraestructura energética ucraniana, en un patrón que busca desequilibrar el suministro eléctrico previo al invierno. La ofensiva alcanza regiones como Kiev, Donetsk, Odesa y Cherníhiv, con impactos directos sobre líneas de transmisión y centrales eléctricas. Este patrón coincidente sugiere que Moscú podría estar presionando tanto militar como simbólicamente para contrarrestar cualquier ventaja ofensiva que aporte el potencial uso de misiles de largo alcance.
Capacidades, riesgos y limitaciones operativas
Los misiles Tomahawk tienen un alcance estimado de hasta 2.500 km, lo que les permitiría extensas proyecciones de ataque dentro del territorio ruso. No obstante, analistas advierten que EE. UU. podría enfrentar limitaciones logísticas, inventarios comprometidos y objeciones políticas internas para decidir su transferencia completa. El riesgo de escalada radica tanto en la percepción rusa de amenaza existencial, como en la responsabilidad del armado aliado de poder atacar blancos profundos, que pueden incluir objetivos civiles según interpretación.
Reacciones internacionales y escenarios posibles
La propuesta ha generado inquietud entre aliados occidentales, quienes temen que el suministro de Tomahawks obligue a Rusia a responder contra blancos no ucranianos o incluso infrinja espacios de países miembros de la OTAN. Moscú ha insinuado que podría apuntar instalaciones logísticas detrás de líneas aliadas si considera que su propia seguridad está comprometida. Algunos observadores creen que EE. UU. usaría la condición de “uso limitado a objetivos militares” para mitigar reacciones, aunque Rusia sostiene que la mera transferencia ya implica participación directa en la guerra.
La amenaza rusa ante la posibilidad de que EE. UU. suministre misiles Tomahawk a Ucrania eleva la tensión en el conflicto a un nuevo umbral. El impacto real dependerá de decisiones técnicas, capacidad logística y voluntad política de ambas partes. Si se concreta, podría marcar una línea divisoria en la dinámica del enfrentamiento y redefinir los límites de la escalada militar en Europa del Este.