Un campo improvisado convertido en camposanto
Tras el bombardeo, miles de heridos fueron evacuados en embarcaciones militares a Ninoshima, ubicada a unos 4 km del epicentro. Allí funcionó un hospital de campaña que cerró el 25 de agosto de 1945. Debido al gran número de fallecimientos y la falta de infraestructura adecuada, muchos cuerpos fueron enterrados en fosas comunes sin registros documentados.
Excavaciones impulsadas por memoria y justicia
Desde 2018, el investigador Rebun Kayo, de la Universidad de Hiroshima, realiza excavaciones de forma voluntaria y autofinanciada. Hasta la fecha ha recuperado cerca de 100 fragmentos óseos, incluyendo restos infantiles y fragmentos craneales, guiado por referencias aportadas por residentes locales.
Voces que no se olvidan
Una sobreviviente, Tamiko Sora, reconoció entre los restos un fragmento de mandíbula de bebé que podría pertenecer a una niña que vio morir tras el bombardeo: “Ese infante ha permanecido solo todos estos años. Es simplemente intolerable”, comentó al conocer el hallazgo. Kayo afirma que “hasta que eso suceda, para estas personas la guerra no ha terminado”.
Hallazgos pasados y vacíos aún por cerrar
Entre 1947 y 1971 se encontraron cerca de 3.000 cadáveres en excavaciones oficiales, incluido un entierro masivo de 571 esqueletos hallado en terrenos escolares. Sin embargo, aún se considera que decenas de miles de víctimas siguen sin ser localizadas.
Un deber social y moral
Kayo advierte que el olvido de estas víctimas corre el riesgo de banalizar el daño de la guerra. Su objetivo es que los fragmentos hallados sean trasladados a un templo budista y venerados con el mismo respeto que merecen los fallecidos identificados oficialmente