Durante su intervención en el 34º Campamento Universitario de Verano de Balvanyos, celebrado el 26 de julio en Rumania, Orbán afirmó que "ya hemos recuperado la mitad del dinero; está en nuestra cuenta, pero la otra mitad debe recuperarse… hasta que no recibamos el dinero que nos falta, no habrá un nuevo presupuesto europeo", destacando que la aprobación requiere unanimidad entre los 27 miembros.
Según declaraciones recogidas por medios como RTVE y Swissinfo, Hungría ha recibido 12 000 millones de euros —la mitad del importe asignado— mientras que otros 10 000 millones permanecen retenidos por incumplimiento de 27 condiciones impuestas por Bruselas sobre el Estado de derecho.
La Comisión Europea defiende que solo se habían cumplido 14 de esos criterios, manteniendo el rechazo al desembolso restante.
El presupuesto plurianual propuesto, de más de 2 billones de euros, prioriza la competitividad económica y el gasto en defensa. Orbán lo describió como un "presupuesto de guerra", destacando el alto porcentaje de recursos destinados a Ucrania y al gasto militar, que Hungría no respaldará.
Orbán cuestionó la actual dirección de la Unión Europea —acusándola de firmar "los peores acuerdos" con EE. UU.— y advirtió de una posible guerra comercial perdedora. Solicitó un cambio de liderazgo en Bruselas y vinculó sus disputas internas con la elección de Donald Trump en EE. UU.
Peter Magyar, líder del partido Tisza y potencial competidor en las elecciones de 2026, afirmó que Hungría debe permanecer firmemente anclada a la UE y la OTAN. Aunque no apoya el presupuesto actual, se mostró dispuesto a negociar su modificación para desbloquear los fondos congelados.
El uso del veto presupuestario por parte de Hungría representa un riesgo institucional, ya que exige unanimidad para su aprobación. Esto podría provocar retrasos significativos y tensiones con otros países, especialmente en un contexto de dependencia de los fondos para inversiones clave en infraestructuras y cohesión social.