El Secretario General de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Mark Rutte, delineó esta semana lo que calificó como “una amenaza de seguridad global coordinada” entre China y Rusia. En declaraciones posteriores a una reunión con ministros de Defensa aliados en Bruselas, Rutte explicó que ambos países están alineando sus intereses estratégicos y militares, lo que podría generar un escenario de tensión simultánea en Asia y Europa.
Rutte advirtió que una agresión china contra Taiwán tendría consecuencias inmediatas para el equilibrio de seguridad en Occidente. “Si Pekín decide actuar en el Estrecho de Taiwán, existe una alta probabilidad de que Moscú intensifique su presión sobre Europa, sabiendo que Estados Unidos enfocará parte de su atención y recursos en el Pacífico”, declaró.
Fuentes aliadas consultadas por la OTAN indican que la cooperación sino-rusa se ha fortalecido en los ámbitos diplomático, energético y tecnológico, y que ambos gobiernos comparten el objetivo de reconfigurar el orden internacional hacia un modelo multipolar que limite la influencia occidental.
El análisis de los servicios de inteligencia occidentales respalda la preocupación de Rutte. Informes recientes señalan un aumento en las maniobras conjuntas del Ejército Popular de Liberación chino y las fuerzas armadas rusas, así como una mayor coordinación en foros internacionales para cuestionar las sanciones impuestas por Occidente.
La advertencia llega en un momento de alta volatilidad internacional, con la guerra en Ucrania en curso, las tensiones en el Mar de China Meridional y las elecciones presidenciales en Estados Unidos en el horizonte. Rutte insistió en la necesidad de fortalecer la resiliencia defensiva europea y ampliar la cooperación tecnológica y militar entre los aliados para disuadir cualquier intento de agresión coordinada.
“Europa debe ser capaz de protegerse incluso en un escenario en el que Washington tenga que dividir su atención”, subrayó el líder de la OTAN. Los analistas consideran que su mensaje busca reforzar la urgencia de acelerar la producción de defensa europea y preparar a la Alianza para un entorno geopolítico cada vez más complejo y sincronizado entre las potencias rivales.
