Los colores no tienen género, por lo que no deberían ser utilizados para definir la identidad sexual de una persona. Esta idea de que los colores deben ser asociados con el género tanto masculino como femenino es relativamente reciente, además se ha popularizado en las últimas décadas, lo que podría considerarse un tabú social relacionado con los roles de género, asimismo las expectativas de la sociedad sobre cómo deben ser los hombres y las mujeres.
Sin embargo, expertos en el tema consideran que esta tendencia no se generalizó hasta la década de 1940, cuando se popularizó la práctica de identificar el género del bebé por el color de su ropa. Desde entonces, esta práctica se ha perpetuado hasta llegar a ser vista como una norma social en muchos lugares.
Por lo tanto, estos estereotipos de género se transmiten de generación en generación, en consecuencia pueden estar arraigados en la cultura y la sociedad. No obstante, es importante cuestionar estos prejuicios trabajando en ellos para desafiarlos hasta eliminarlos.
Con respecto a lo anteriormente dicho, en lugar de limitar la elección de colores, es importante fomentar la libertad de elección permitiendo que los niños y niñas se expresen de la manera que deseen, sin juzgar o imponer esteriotopía.
Además, consentir que los niños y niñas exploren diferentes colores, al igual que estilos de vestimenta, puede ser una forma positiva de fomentar la individualidad y la autoexpresión.
