Colapso de apoyo popular
Según una encuesta reciente de la ARD, la satisfacción ciudadana con Merz cayó al 32 %, diez puntos menos que el mes anterior. Otra fuente, Voz.us, indica que apenas el 29 % de los alemanes están satisfechos con su gestión.
El medio The Guardian reportó una aprobación del 36 % al momento de su llegada al poder, mientras que según The Times, solo el 30 % de los encuestados expresó satisfacción, frente al 43 % logrado por Olaf Scholz en sus primeros 100 días.
Además, la percepción sobre su liderazgo es crítica: un 66 % lo considera poco confiable y el 56 % duda de su capacidad para gestionar crisis.
Tensiones fiscales e institucionales en la coalición
La coalición entre CDU/CSU y SPD, con mayoría ajustada, muestra fisuras significativas. Una disputa reciente surgió en torno al nombramiento de una jueza liberal para el Tribunal Constitucional: la oposición de diputados de la Unión provocó la retirada del cargo y generó alarma sobre la salud de la coalición.
Este conflicto interno ocurrió tras un difícil proceso parlamentario: Merz necesitó dos rondas de votación para ser electo canciller, un signo temprano de resistencia en su propio bloque.
Coalición desacreditada por bases de su propio electorado
Expertos y comentaristas califican el pacto de coalición —que incluía compromisos fiscales y migratorios— como discreto e insatisfactorio para la base conservadora de Merz. Se esperaba reformas audaces, pero el acuerdo fue percibido como una decepción.
Este desencanto se refleja en el terreno electoral: encuestas como las de YouGov y Forsa indican que dos tercios de los alemanes desaprueban al gobierno, y la coalición no logra reconectar ni con sus votantes tradicionales.
100 días turbulentos
Medios como France24 y el Guardian coinciden en que los primeros 100 días de Merz se han caracterizado por una intensa agenda reformista —economía, defensa, migración— pero con una implementación problemática y divisiva dentro de la coalición.
La constante tensión entre prácticas conservadoras y expectativas de consenso, además de críticas desde la izquierda y la derecha, ponen en cuestión su capacidad para liderar un gobierno con una base parlamentaria estrecha.